Yorokobu, 2018
¿Cómo creó Borges ‘El Aleph’? Un cómic cuenta la vida del autor a partir de este relato
Aquí está de nuevo Borges. Un Borges pintado que lleva dentro al Borges de siempre. Lo ha dibujado Nicolás Castell y le ha dado voz Óscar Pantoja para contar cómo fraguó el argentino uno de sus cuentos más famosos, El Aleph. Eso muestra este libro, Borges. El laberinto infinito, porque, como dijo el cuentista, «todo hombre es dos hombres y el verdadero es el otro, el que está en el cielo».
Páginas literales
Esta historia se despliega en más de 150 páginas pero dice Castell que «es como una película, como un biopic». El cómic está basado en hechos reales; incluso en palabras literales. Ocurre así cuando se conocen Norah Lange y Oliverio Girondo. Fue Borges quien los presentó. Fue él quien invitó a Norah a esa fiesta con la intención de pasar la noche con la mujer que amaba. Pero su verdad no penetró en el entendimiento rebelde de esta escritora vanguardista. En la absoluta nada rebotaron las palabras de Borges, al que entonces llamaban Georgie:
—Este compadrito es inaguantable, un fanfarrón que ignora el oficio de la escritura —dice el Borges novelado.
Y cuando la poeta de Los días y las noches y el poeta de la Persuasión de los días se vieron, se miraron, bebieron y bailaron, el Girondo real se acercó a Norah y le susurró:
—¿Sabe lo que presiento, Norah? Que entre los dos va a ocurrir un incendio.
Reales son también las obsesiones dibujadas en el cómic: la pasión por los tigres, por ejemplo. O la relación asfixiante que mantuvo con su madre. «Es un personaje subyugado por la figura materna. Es algo muy chocante. Tenía que llamarla siempre para decirle dónde estaba. Cuentan que un día, ya mayor, cuando él tenía 45 años, ella se presentó en el bar donde estaba bebiendo con unos amigos y le dijo: “Vamos, Georgie, que ya es muy tarde”», detalla el ilustrador.
«Era una persona muy tímida. Tenía muchas inseguridades. Donde más cómodo se sentía era en su literatura. Yo quería representar la fragilidad de su persona pero sin quitarle nada de dignidad ni faltarle al respeto. Borges no deja de ser extraordinario por estas cualidades», indica. «Dejo ver estos rasgos de su personalidad en una mirada vacía, en un gesto con la mano crispada… Muestro una gestualidad que exprese todo esto de forma inconsciente y que no sea brusca. Esa es una de las ventajas del cómic. En una imagen se pueden decir muchas cosas de forma muy sutil».
Esta novela gráfica, que se expone hasta septiembre en la sala Lavagne Projects de Madrid, no mira solo al Borges literario. Aunque todo gira alrededor de sus obras y, sobre todo, de El Aleph, las páginas construyen un relato del Georgie que tuvo miedos, el que vio cómo perdía a su amor, el que creció entre libros, el que un día dejó de ver la luz para siempre. El Borges que, como el Alpeh, contiene todos los rasgos de su personalidad vistos desde todos los ángulos.
El esqueleto del cómic
El tiempo no atiende a razones en este libro. Aparece al principio el Borges enamorado de 1926. Viene después el niño lector, el de 1900; le sucede el de 1954, el que ya no ve. En un recuerdo añil, el Borges de 1927, atormentado, da vueltas en la cama… Así, Georgie tras Georgie, van pasando hasta 10 momentos de su vida al correr de las páginas.
—Los saltos en el tiempo intentan recordar su forma de trabajar —explica Castell—. Decidimos esta estructura porque Borges era un escritor de relatos. No publicó novela. De una forma altiva decía que para qué contar algo en 200 páginas si se puede llegar al sumun de una historia en tan solo 12. Esa era su brillantez.
Con la idea de contar la vida de Borges partiendo de El Aleph decidieron dividir el cómic en capítulos independientes, «como si cada uno fuera un pequeño relato, igual que concebía él sus historias», especifica el dibujante. «Pero creo que si nos ceñimos a los diálogos de la obra no habría una unidad. Los dibujos son los que intentan unificar esta historia que gira en torno a El Aleph y a Norah Lange». Y así, cada sección es un Aleph, uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos.
La oscuridad
Esta mañana, al abrir los ojos, ve lo mismo que cuando los tiene cerrados: oscuridad. Abre tanto los párpados que parecen estallar. Pero no sirve de nada. La habitación ha desaparecido; la luz no asoma por ninguna parte. «Así que así es. Padre, también me llegó el día», dice un Borges que dirige sus pupilas y sus manos al cielo.
—Intento que con mis dibujos se note la frustración. Es algo dramático, pero la actitud que tomó, según he visto en muchas entrevistas, fue como la del que contempla un lento atardecer. Quería mostrar que él lo afrontó con aceptación —comenta Castell—. Y no lo vivió solo. Tenía a su madre, a sus amigos… Tenía a muchas personas a las que podía dictar sus obras y que le leían los textos que quería escuchar.
Esa ceguera no aparece en el cómic con ninguna palabra. Está contada en la ventana borrosa de su dormitorio. También en la sucesión de las viñetas. Es «como un movimiento de cámara extraño, como hacía Hitchcock en sus películas», especifica.
Borges, como el protagonista de su cuento, bajó entonces por una escalera vedada. Cayó. Y al abrir los ojos, vio el Aleph. Si todos los lugares de la tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.
El capítulo azul
En 1939 amanece el día azulado. ¿O es añil? Aún puede ver Georgie el color de la melancolía. Está adherido allá donde mira. En las aceras donde deja caer su mirada, cabizbajo; en el tranvía ‘Azul cóndor’, donde se sienta, encorvado. Y hasta pudiera parecer que de fondo suena un blues.
—Borges estaba deprimido. Fue en su edad madura. Tenía proyección como escritor pero no conseguía vivir de ello y se vio obligado a trabajar en una biblioteca. El resto de los administrativos se dedicaban a hablar de fútbol y le pedían que clasificara menos libros para no dejarlos en evidencia.
Cuenta Castells que el poeta venía de patriarcas de mucho dinero. «Tenía un sentimiento bastante clasista», indica. «Verse al nivel de esos administrativos le frustraba. Por eso lo dibujo mirando hacia abajo y con los hombros caídos».
El dibujante se metió en el ánimo de Borges para poder llevarlo a las páginas del cómic. «Tenía que empatizar y me vi contagiado. En esa época me puse triste. Pero ocurrió algo bonito en la vida de Borges y me ayudó a liberarme de su pesar: descubrió la Divina Comedia y sintió el síndrome de Stendhal», indica Castell.
En ese momento, cuando Georgie quedó maravillado con la obra de Dante, el azul se va evaporando de las páginas. Al entrar en la librería, al leer y releer el poema, los colores de la historia se hacen más cálidos para mostrar que «esa era la única fuente de felicidad que tenía en esa época».
El doblete de Borges
Aparece en una viñeta un Borges que habla con otro Borges. El personaje se desdobla y aparecen dos. «Hay un relato suyo que va de eso. De ahí sacamos la idea. Borges se encuentra con el Borges de su juventud», indica Castell. «Los artistas conversamos con nosotros mismos. Así indagamos mejor en las ideas».
Fue en el relato Borges y yo donde el escritor le habló a su otro, al Borges a quien le ocurren las cosas:
«Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico».
(…)
«Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición».
El espejo
A Borges le asustaban los espejos. Pensaba que algún día, en vez de su reflejo, aparecería un desconocido delante de él. No extraña este miedo a Castell y lo atribuye a la «imaginación extraordinaria» del argentino.
El dibujante, en cambio, no siente ese repelús. Al contrario. El espejo es tan imprescindible para él como el lápiz y el papel. Es ahí donde busca los gestos de sus personajes. «Mi trabajo es parecido a crear una película en papel. Hago de director, de cámara, de responsable de casting y, por supuesto, de actor», explica. «Todos sabemos dibujar caras muy tristes o muy felices. Pero hay emociones sutiles que son muy difíciles de representar. Entonces tengo que investigar en escenas de pelis o interpretar yo mismo el sentimiento para ver cómo sería el gesto».
Moebius tenía un espejo en su escritorio. El célebre autor de cómic trabajaba ahí las muecas y ademanes de sus personajes. «Todos mis compañeros de profesión lo hacen también», explica Castell.
—Hay que saber entonces algo de dramatización.
—Sí. Y eso me encanta. Es divertido —contesta el granadino—. Es fundamental para construir los personajes. Así los hacemos más carismáticos. Esa fuerza es la que hace que volvamos a leer un cómic. Es lo que hace atractivos a los protagonistas. Ocurre también en la literatura, en el cine o en las series. En House, por ejemplo, los guiones son muy repetitivos, pero la gente se engancha porque el protagonista es muy carismático.
Charles Dickens también habló de su espejo. Todas las mañanas, después de desayunar, se sentaba frente a una mesa reclinada y escribía sus novelas por entregas. En el instante que aparecía un nuevo personaje en la narración, el novelista dejaba la pluma. Se ponía en pie y caminaba hasta la habitación de al lado. Allí había un piano antiguo y un espejo enorme.
Dickens empezaba a actuar como lo haría el personaje. Decía lo que él diría; sentía como él sentiría. Y, mientras, el literato miraba su comportamiento en el espejo. Observaba, en su rostro, los gestos de otro hombre, y cuando ya lo conocía, volvía a su mesa y continuaba escribiendo. Mr. Scrooge, Samuel Pickwick o Tracy Tupman entraban y salían, a ratos, del cuerpo de Dickens.
El encuentro
Aquella candente mañana de primavera de 2014 Nicolás Castell estaba en la Feria Internacional del Libro de Bolonia. Un señor moreno, con gafas de pasta, se le acercó. Le dijo su nombre: John Naranjo, y le extendió su tarjeta: editor. Le contó que había editado dos novelas gráficas. Una de Gabriel García Márquez y otra de Juan Rulfo. La próxima sería de Borges y lo quería a él para hacer los dibujos.
—¡Oh! No me lo puedo creer. Es mi escritor favorito desde siempre —exclamó Castell—. ¡Fantástico!
Nada más volver a su ciudad, Granada, el ilustrador empezó a trabajar en el cómic. Ya había leído las obras completas de Borges pero las volvió a leer. A escudriñar, más bien, esta vez. Las tenía a mano. Estaban en una estantería de su habitación desde el día en que, con 19 años, reunió por fin los 100 euros que costaba la edición elegante que deseaba para adentrarse en El Aleph y el resto de cuentos.
En esas páginas estaba el Borges de las palabras, el de los laberintos, el de los desdoblamientos… El Borges por dentro. Pero Castell quería conocer también al Borges por fuera. Así que sacó un billete a Buenos Aires y se fue volando a la ciudad.
—Quería descubrir el ambiente donde vivía. Visité la casa de Victoria Ocampo porque ahí se reunía Borges con otros escritores. Ahí hablaban y organizaban las ediciones de la revista literaria Sur.
Paseó después Castell buscando los caminos de Georgie; los pasos que dio el cuentista desde ahí hasta su casa de la calle Serrano; el callejeo del poeta hasta los cafés que frecuentaba. «Para el diseño de los personajes tienes que investigar mucho», apunta. Era preciso entrar en el laberinto que recorrió una y mil veces Jorge Luis Borges aunque hubiera que cruzar el Atlántico.
CONSTRUCTED BY. January 11, 2016
Who are you and what do you do?
I’m Nicolas Castell, a freelance illustrator based in Granada, Spain. I do drawings and illustrations for children’s books, comics, advertising for music bands, calendars, posters, etc. I am a dreamer that loves traveling, so I try to create windows to imaginary journeys with my artwork.
What is your favorite medium?
Over the last two years, I’ve been working with the same technique: I do the lines on paper with nibs and ink–I like to keep this part traditional–then I do the coloring in Photoshop. I find ink and paper to be my favorite mediums. But, I also enjoy working in my sketchbooks with watercolors. However, I only do this when I’m traveling.
Where do you draw your inspiration from?
Honestly, it comes from everywhere–a journey, nature, a conversation with a friend, a book, music, a movie, other artists, a crazy night partying, etc. I would say that the main goal in this job is to work with our imagination. I deeply admire those artists and authors who have developed a deep and complex universe such as: Hayao Miyazaki, Moebius, James Jean, Katsuhiro Otomo, Chris Ware, Federico Fellini, Akira Kurosawa, Jorge Luis Borges. Also, emotions are rather important to me, so I try to use them as tools. When I am working on a personal project, I accompany my emotional state with music that will act as a boost and create the mood. Once such a mood is set, I start drawing and improvising illustrations that are to be understood as a response to that stimulus.
What is your creative process?
First, I have the concept or idea, then I do some research for documentation about that particularly scene. After that I do sketches where I study the best composition. Eventually, when I have decided how to approach that piece, I draw all the elements in pencil, then I ink it, scan it and finish the work in Adobe Photoshop.
Is there a specific theme/message/emotion you aim to evoke?
Lately I’ve been working a lot with the playfulness of surreal scenes and fantasy landscapes. I would like to offer the spectator a little space of freedom where it is possible to enjoy the details and the impossible–to escape a bit from all the stress of our daily routine.
What motivates you to continue to create?
I need to create, I feel bad with myself and anxious if I’m not creating something and exploring the corners of my imagination. Even when I’m in a bad moment of my life, I need to draw and create, to express what I felt.
When you encounter creative blocks, what do you do to overcome them?
I start to see the commission as a game. If, for example, there is a specific element I have to draw in the composition, like an eagle, a specific city, or anything else, I draw that and play with other objects to see how I can create connections and tensions with that element. I always try to enjoy myself when I work. Of course, sometimes when the deadline is close it’s really difficult to work like this. In such circumstances, when I’m blocked, I try different possibilities and I also do some research about similar projects from other authors to inspire myself.
What are your thoughts on the future of art?
I like when something goes beyond the impact of a spectacle, but I understand that nowadays it’s difficult to capture the attention of the audience, as they spend a fraction of a second in every element that they check on their smartphones. So, illustrators and artists have to rely on the spectacle or the provocation to have an impactful response.
I like spectacular works and the amazement that comes with them just as much as everybody does, but it’s even more interesting when there is a genuine feeling, message or concept behind it. Maybe the reason behind that feeling of shallowness in art is the huge amount of artists, and art media that we have today. I’ve read that in one day we consume more than 35,000 images. Our generation is the generation of pictures, and we think in pictures. Coming across insignificant pieces is somewhat common, but there will always be interesting proposals. What I personally find sad is that most of them remain shadowed by those trendy, but shallow, artists.
What is something you have had to learn on your own that you would like to pass on to the next Creative?
Do what you love, talk about the things you feel most passionate about, be true to yourself, and be patient. Perseverance and hard work is essential, you’re following your dreams and you’re doing it because otherwise you would not be able to reach personal fulfillment. So, just be coherent with that feeling and carry on. Less thinking and more action!
Ape on the moon
From expertly precise linear drawings, Nicolas Castell orchestrates huge scenes. They are a delight to look over with enjoyable details dotted across the board.
As Nicolas talks more about below, he tries to recapture the sense of fun his art brought him growing up. He has early memories of building imagined worlds in his illustrations, and the joy that they brought him.
This easily comes through in his work, in the creative leaps and bounds his narrative takes, and in the unbridled silliness.
Zoom in to any corner of his wide shots and you will find weird and wonderful characters going about their curious business. As much as he creates his own stories in the images, they prompt us to continue the goings on in our heads.
We particularly like the manic scenes he creates like the one below, which he describes as festive activities in a world turned upside down.
What I understand as ‘illustration’ is the ability to tell stories in pictures. I come from a formation in Fine Arts, in that field we study a little bit of everything: painting, sculpture, drawing, animation, photography, etc.
I understood that I was too narrative to be a painter, but I was focused enough on drawing to be something else. In illustration and in comics, I’ve found the opportunity to express myself in the way that I’d like to be.
One thing that I really love about being an illustrator is the chance that we have to create personal universes.
When I was a child, I used to draw complex scenes with many characters, action involved, landscapes full of people and details, there was always something going on, they were stories themselves in pictures. Like battles, fishing scenes, dinosaur hunting, etc.
I think that in my work I try to do the same and have a good time while I’m working, a sense of play in the illustration.
I like to explore the limits of the imagination; there is a nice sense of travel and freedom in this way of creating. I would like to offer a little journey to the spectator with my work. Where he can relax himself, imagine and feel free, that everything is possible.
I have several stages in the process of every illustration:
First, I have to think about the composition in a rough sketch with a pencil.
After that, I use mainly A4 paper (it’s more practical for the scan) to pass the idea in pencil, I draw everything, even the details.
Then I ink the drawing with Windsor and Newton Black Indian ink. The ink has to be as black as possible, very solid. I use a nib to ink it, but sometimes I use fineliners.
After the inking part, I scan the picture and I work in Photoshop for the color part. Lately, I’ve been painting the line as well, to find some eccentric effects of luminosity.
NARVAL. marzo 9, 2015
El ilustrador Nicolás Castell tiene una amplia obra en la que cabe destacar las cualidades narrativas, la gama cromática y la fantasía.
Es el autor de las ilustraciones de ¡Vuela, Iván!, novela de aventuras de Carmen García-Roméu. Este trabajo ha quedado finalista en la feria del libro de Sharjah (Emiratos Árabes Unidos).
Hemos querido conocer los entresijos de esta obra. Os dejamos aquí nuestra charla:
Cuéntanos cómo fue el proceso que seguiste para ilustrar ¡Vuela, Iván!
Fueron bastantes partes, todo muy condensado en unas semanas de lo más creativas y activas.
Lo primero fue por supuesto leer toda la aventura que escribió Carmen García-Roméu, conforme iba leyendo estuve marcando las escenas que me sugerían imágenes atractivas para dibujar. Una vez terminé de leerlo hice una criba de las partes interesantes y seleccioné diez.
Tras esto dibujé a los personajes primero, para que Patricia Metola y Mercedes Bouzo pudieran decidir si les gustaba cómo iba a plantearlos. Todo fue bien, entonces me puse con una serie de bocetos trazando las composiciones de página, recuerdo que estaba delante de mi escritorio con música muy marchosa para meterme velocidad, en hora y media planteé todas las ilustraciones del libro. Nada más acabar, fue cuestión de escanear las composiciones y presentárselas a Patricia y a Mercedes para que dieran luz verde a las páginas definitivas. La verdad es que todo fue sobre ruedas y tras eso seguí el proceso con el que suelo trabajar siempre. Esto es lápiz, tinta a la plumilla y color digital. No obstante, quería darle un toque más fantástico, porque a la historia le pegaba un punto psicodélico, ya que habla de viajes astrales. Entonces decidí incorporar la técnica de colorear la línea. Justo acababa de finalizar una ilustración para unos músicos donde había incorporado este paso por vez primera; esto le daba un aspecto más vivo al dibujo y a partir de entonces me he enganchado a este modo de actuar.
Entre otras cosas, estoy agradecido con el proyecto porque me sirvió para experimentar con esta técnica que tanto me gusta ahora.
Has quedado finalista en la Feria Internacional del Libro de Sharjah (Emiratos Árabes Unidos) con la ilustración de este libro. ¡Emocionante! ¿Qué expectativas despierta?
¡Sí, ha sido una alegría! La verdad es que son buenas expectativas, ser finalista implica ser parte del catálogo que editarán este año, aparte de la exposición en la feria. Todo esto dará una buena difusión internacional a mi trabajo y al libro. Además, es un orgullo poder exponer con grandes profesionales (algunos de ellos amigos míos) que también han sido seleccionados.
Eres un mago de las grandes escenas, ¿cómo son tus mundos imaginarios?
¡Muchas gracias! Lo que entiendo por ilustración es la capacidad de narrar con imágenes, y creo que dibujar grandes escenas es uno de los recursos disponibles más sugerentes. Puedes poner todo tipo de cosas, todo tipo de personajes, que interactúan entre sí, y esto hace que su disfrute sea muy placentero. Desde chico me gustó perderme en los clásicos de Martin Handford, el dibujante de ¿Dónde está Wally? Dicen que en general nos gusta ver las grandes escenas por las mismas razones que disfrutamos al ver en el campo los grandes paisajes; es estimulante, los detalles nos atrapan y dejamos volar la imaginación.
Quiero que mis mundos ofrezcan ese viaje al espectador, que pueda liberarse por un momento de la realidad y navegar en otro universo. La manera en que los creo sale de mi inclinación por el juego y por superar mis límites mentales. Creo que en esto he ido mejorando con el tiempo, al principio lo que mayormente creaba eran escenas históricas, ahora cada vez voy integrando más fantasía. De todas formas me queda mucho por alcanzar, ¡y esto es parte de la motivación también!
Desde muy joven has trabajado en el cómic, uno de los principales instrumentos culturales de nuestro tiempo. ¿Tienes proyectos futuros en ese terreno?
Actualmente estoy dibujando una novela gráfica, bastante larga, pero no puedo dar detalles por cuestiones de la política de la editorial. Este proyecto es una oportunidad formidable para mí, porque me está permitiendo pulir mi técnica y disciplina. Cuando la termine seré capaz de elaborar más cosas. Ciertamente, el cómic es un arte que me ha gustado desde siempre, porque es cuando la narración con dibujos llega a su apogeo. Las posibilidades de la secuencia son inmensas y disfruto mucho dibujando y leyendo cómics. Tengo proyectos personales en mis cuadernos de apuntes, pero los sacaré adelante cuando termine la actual novela gráfica.
BELLICE MAGAZINE Nº04. Noviembre, 2014
Gracias por concedernos esta entrevista, Nicolás. Empecemos haciendo una introducción, para que nuestros lectores te conozcan un poco más. Háblanos de ti: ¿cómo te iniciaste en la ilustración? ¿En qué momento decidiste decantarte por el cómic? Suponemos que algo tuvo que ver tu madre, la ilustradora Adribel.
Es fantástico trabajar con vosotros.
En casa siempre he tenido la referencia de mi madre, claro está. Desde que tengo memoria he estado dibujando y como ella también se dedica a esta profesión siempre he sido motivado a continuar este camino y por eso estoy muy agradecido a mi familia.
El cómic me llamó la atención desde pequeño, la posibilidad de narrar con viñetas me resultaba muy interesante, y de hecho, algunos de los primeros cómics que hice los dibujé mudos, es decir: prescindiendo de texto para contar aquello que me interesaba. En 2007 entré en Bellas Artes, y entonces decidí especializarme todo lo que pudiera en el cómic, sobre todo gracias a la asignatura de Dibujo Editorial con Sergio García Sánchez como profesor. No obstante, al terminar la carrera y el máster, vi que el mundo de la ilustración poseía posibilidades narrativas que en cómic no funcionan de la misma manera. En cómic el dibujo debe de ser claro, para que se pueda “leer” de forma automática. En cambio, en ilustración, puedes hacer cosas complejas y espectaculares sin que eso perjudique al contenido, porque no es una narración con viñetas, sino que parte de un texto. Esto, junto con las jornadas de Ilustratour, hizo que viera la ilustración como algo que me interesaba profundizar en términos profesionales junto al cómic.
Has realizado tu formación universitaria y tus estudios de posgrado en la facultad de bellas artes de Granada. Una vez acabada esa etapa, ¿cómo se presenta el panorama en la ciudad? ¿Es Granada un buen emplazamiento para dedicarse a la ilustración?
En lo que se refiere a clientes, no me parece el mejor sitio del mundo para buscarlos. En cambio, siendo freelance es una ciudad atractiva, con vida cultural y que no resulta en absoluto cara. Además, tenemos una bonita comunidad de ilustradores y de gente que se dedica a promover este mundo como son los chicos de Tetera y Kiwi o José Antonio Barrionuevo (Un periodista en el bolsillo) que con su espacio cowork Errante hace talleres y exposiciones. Además está obviamente la Facultad de Bellas Artes y Estación Diseño, que más de una vez ha invitado a ilustradores a la ciudad para hablar de sus trabajos.
Sueles mantenerte activo en las redes sociales: Facebook, Behance, Linkedin, tu propio blog… A pesar del auge de la ilustración en internet, ¿se puede vivir de esta profesión?
Sí, claro que se puede vivir, lo que pasa es que hay que ser constante, moverse físicamente también para ir a jornadas y ferias de ilustración; como Ilustratour o The Bologna Children’s Book Fair, también está Festival International de la Bande Dessinée d’Angoulême. Pero sobre todo dibujar mucho para encontrarte a ti mismo y entonces la gente sabrá encontrarte a ti.
En tu obra has mostrado un gran interés por la actualidad y los asuntos históricos: un cómic sobre Gadafi, un proyecto sobre Venecia en los años de la Peste Negra, ilustraciones sobre la Segunda Guerra Mundial… ¿De dónde vienen esas inquietudes? ¿Qué influye en la decisión de cuál será el próximo tema que tratarás?
Estos proyectos son personales, tienen motivaciones diferentes. El cómic de Gadafi fue un experimento donde quería estudiar las posibilidades del lenguaje de las viñetas como medio de comunicación objetivo. Es decir: un cómic documental o cómic periodístico. Para ello trabajé con mi amigo José David Contreras, que es historiador y me ayudó a desarrollar el proyecto. Es un cómic que trata de acercarse al tipo de trabajo de autores como Joe Sacco, o Didier Lefèvre y Emmanuel Guibert en Le Photographe. De los experimentos que hice es de los que me resultan más sugerentes y tengo interés de hacer algo en esa línea en un futuro. En el caso de los otros dos, la motivación puede ser semejante: siempre me ha resultado llamativo cómo en las situaciones extremas sale a relucir lo peor y lo mejor de los seres humanos. Me gusta situar mis historias en contextos así.
Has afirmado que a veces te gusta “imaginar que existen cosas sorprendentes que permanecen escondidas a nuestros ojos”. En muchas de tus obras combinas grandes paisajes urbanos o naturales con pequeñas figuras. Háblanos sobre ese recurso, que frecuentemente vemos en tus ilustraciones.
Sí, es quizás una reflexión influida por lecturas de Heidegger y Aristóteles en mi adolescencia. Esa gente se dedicaba a tratar de definir lo que es y lo que no es, lo que existe y lo que no existe; en palabras filosóficas: la ontología. En nuestra subjetividad para discernir que algo existe primero tenemos que pensar esa cosa en sí, hasta que no la habíamos pensado no éramos conscientes de su existencia. Me gusta creer que existen muchas cosas sorprendentes que no hemos descubierto aún. Por ejemplo, cuando conocemos a alguien nuevo, antes no sabíamos que existía, y quizás acabe convirtiéndose en un amigo genial que te hace imaginar mil cosas más. O por ejemplo una palabra nueva, el otro día aprendí lo que era “capcioso”, aunque dudo que la vaya a usar mucho, o la de “gaznápiro”, ésta es más divertida. Luego están los autores como Miyazaki, que nos muestran posibilidades que nunca imaginamos, o el mundo de la física, con descubrimientos y teorías increíbles.
Me encanta pasarlo bien mientras trabajo, y trato de hacer cosas que me sorprendan a mí mismo, no sé si lo he logrado aún, pero lo intento. Las cosas colosales tienen un efecto sobrecogedor muy estimulante, y al mismo tiempo, colocar pequeños humanos en la imagen no sólo le da el efecto de la escala, sino que me permite construir un pequeño universo. Porque en definitiva, ser ilustrador es eso, crear tu propio universo donde tratar de expandir la imaginación.
Bolígrafo o plumilla y la impronta y destreza manual caracterizan la gran mayoría de tus proyectos. Sin embargo, vemos una evolución en tu trabajo hacia una obra más colorida, en la que se hace presente el uso de medios digitales, sobre todo cuando hablamos de color. ¿Nos hablarías de esta transición? ¿Qué ha marcado ese desarrollo procesual: maduración del artista, estados de ánimo, experimentación…?
En el color las emociones se transmiten de forma mucho más directa que con la línea, me inclino a pensar. Creo que conforme avanza el tiempo me siento cada vez más a gusto conmigo mismo y también más optimista. Antes todo lo pintaba con una gama desaturada, más apagada. Y ahora me encuentro mucho más a gusto con tonos divertidos y emocionantes, que hagan a la ilustración vibrar de energía. Aunque esto me ocurre con las ilustraciones, en el cómic uno debe ceñirse con el color y el ambiente a la historia.
Por otro lado, vemos cómo continuamente experimentas, tanto en técnica como en lenguaje: has probado con el dibujo automático como “forma de conocerse a uno mismo”, o con las “viñetas en movimiento”. ¿Qué frutos han dado estas experiencias? ¿Qué otros caminos estás explotando o pretendes explorar?
Lo del dibujo automático quise experimentarlo tras conocer la obra de Kerby Rosanes, un chico muy joven que tiene un trabajo estupendo. Dibujar lo que surja, tal y como hacíamos de niños. Tras practicarlo analizando el dibujo terminado y veo cosas que reflejan partes de mi personalidad.
Lo de viñetas en movimiento fue un experimento de híbrido entre animación y cómic. Curiosamente hace poco hice un proyecto para una empresa de aplicaciones para el iPad donde se emplea el mismo recurso.
Ahora mismo estoy explorando los caminos que ya he empezado y lo que quiero hacer es profundizar en ellos. En cómic conseguir una narración fluida y personal, donde pueda plasmar todas las emociones que son esenciales para transmitir lo que interesa. En ilustración continuar expandiendo ese universo y seguir viajando con la imaginación. Aún no estoy satisfecho del todo, hay mucho por recorrer.
Además de tus trabajos personales, te mantienes muy activo en proyectos e intervenciones con otros colectivos, como es el caso de Gioconda Project o una serie de ilustraciones que has realizado para una novela juvenil de Carmen García-Romeu, Vuela Iván, que pronto verá la luz. ¿Qué otras colaboraciones tienes actualmente entre manos? ¿Cuáles son tus próximos proyectos, exposiciones, publicaciones…?
Estoy en proceso de producción de una novela gráfica bastante larga que me llevará por lo menos un año de trabajo más. Aparte de eso estoy colaborando con dos grupos de música, uno de ellos es STRO, unos chicos de Gijón que están muy entusiasmados con el apartado gráfico que les estoy haciendo. Este verano colaboré también con el calendario Cuarenta Patas, para recaudar fondos para una protectora de animales de Granada. Y en cuanto al futuro, tengo mucho por hacer con la novela gráfica, aunque me gustaría continuar con mi serie de dibujo automático para poder llevarla a más exposiciones.
UN PERIODISTA EN EL BOLSILLO. noviembre 14, 2012
El trabajo de Nicolás Castell lo seguimos desde hace tiempo. Es lo que tienen hoy día las redes sociales, los blogs… Pero no es lo mismo cuando puedes tocar esos dibujos, o tener entre tus manos uno de esos cuadernos que un ilustrador o un dibujante llenan de arte en tan poco tiempo. Es lo que pude disfrutar nada más llegar a la habitación en la que Nicolás desarrolla su trabajo.
Enseguida tuve sobre la mesa su cómic periodístico sobre el mandato de Gadafi en Libia, una historia que parte de la muerte de este personaje y vuelve los ojos atrás para repasar lo que habían sido los años con él en el poder. Y es que la temática que más le gusta a Nicolás es la actualidad, pero también la historia.
Otros trabajos que tengo entre las manos antes de comenzar la entrevista (bueno, podríamos decir que ya había comenzado) tienen que ver con la Segunda Guerra Mundial. Entonces me enseña un pequeño cuaderno con escenas de este conflicto, mientras se dirige a la estantería que tiene tras él y saca un gran libro, en todos los sentidos, de fotografías de Robert Capa. Buscamos entre las páginas del cuaderno la versión que ha dibujado sobre una de esas instantáneas.
Pero sobre la mesa hay otras cosas, como su primer trabajo, un cómic sobre un personaje que se cuela en la mente de El Bosco, sin texto. También un cuaderno en el que está trabajando un proyecto sobre la batalla de Waterloo, pero también hay otro cuaderno con acuarelas de escenas de Granada.
“Mi madre ha sido un punto de referencia -nos confiesa Nicolás (a quien vemos en este foto obra de Verónica James). Su madre es la ilustradora Adribel-. Yo pienso que me ha motivado bastante a meterme en el dibujo y tal, pero yo siempre lo he tenido claro. Siempre me ha gustado contar historias, y descubrí antes que tenía más facilidad para el dibujo que para otras cosas. Aunque en la Facultad conseguí escribir un libro de 170 páginas sobre el cómic de guerra, la tesina para el máster (nos lo enseña)”. Sobre la mesa sigue ese cuaderno de Nicolás Castell sobre la Segunda Guerra Mundial.
“Pienso que, objetivamente, el dibujo se me da mejor que escribir. Sobre todo me gusta contar historias. En Bellas Artes uno estudia todas las ramas, la fotografía, la pintura, la escultura,… tienes que encontrar más o menos tu lugar. Mis dibujos en Bellas Artes, mis pinturas, eran más narrativas que pictóricas. Un buen cuadro es aquel que en vez de contar una cosa, transmite lo que tenga que transmitir con las mismas propiedades del cuadro, el color y la forma”.
“Ante todo esto, como a mí siempre me ha interesado el cómic y contar cosas con los dibujos, me sentía muchos más cómodo en los medios más narrativos, como el cómic, la secuencia, el cómic mudo”. Hablamos entonces de ese primer trabajo en la Facultad, en el que un personaje se mete en la mente de El Bosco. Le volvemos a echar un vistazo. Yo había visto este trabajo antes, la primera vez que tuve la oportunidad de entrevistar a su madre.
“Y bueno, es lo que más me gusta y de lo que espero, algún día, poder vivir. De forma digna… El primer cómic que hice, tenía 12 años. Inventaba mis historias… El cómic ahora mismo está en su mejor momento, al menos como medio cultural. Por fin se concibe como un objeto de cultura. Se exponen obras de muchos autores en museos importantes. O en los medios aparecen críticas de cómics. Empezó a cambiar el concepto del cómic cuando surge una obra, ‘Maus’, de Art Spiegelman”.
“Esta novela gráfica ganó el premio Pulitzer. Fue una conmoción. ¿Cómo un cómic, ganaba un premio como éste? Ahí empezó a equilibrarse todo un poco más. El cómic es otro medio narrativo, como el cine, la ilustración o la novela. No tiene por qué ser más infantil que otro”.
“Mis dibujos son narrativos. Aunque depende del proyecto. Si quiero hacer algo como lo que hice de Gadafi, al tratarse de un cómic documental, quiero que sera lo más realista posible, lo más objetivo. Luego si estoy haciendo algo como lo que quiero hacer sobre la Segunda Guerra Mundial, con guión mio, ese realismo se suaviza. Pero, es muy difícil definir el estilo de uno. Sobre todo lineal, reivindico mucho el uso de la plumilla y la tinta, porque para mí tiene mucho encanto. Dentro de eso, lo adapto al proyecto que quiero contar”.
¿Y el color? “Digital y con colores planos. Degradados y transparencias, lo menos posible. Porque quiero que la historia sea legible. Prefiero que sea legible antes que espectacular. Si yo entiendo lo mío como algo narrativo, no hay que distraer”.
“A nivel personal, me gustan, últimamente, sobre todo, los temas de actualidad. También me planteo en el futuro hacer cosas más autobiográficas, que tienen un trasfondo interesante, como estudiando la psicología de los personajes. Pero ahora me interesa más lo que está pasando”.
¿Cuál sería tu proyecto futuro ideal? Le preguntamos. “Hay varios. Sería una novela gráfica, eso lo tengo claro. Autobiográfica, hablando por ejemplo de lo que pasó durante un año, reflexionando sobre las relaciones entre las personas, la incomunicación. Ese tema siempre me ha interesado. Más a corto plazo, una historia sobre algún tema de actualidad, bien contado, bien trabajado. Un cómic periodístico. Creo que tiene mucho potencial y todavía no se ha explotado lo suficiente”.
Cuando le preguntamos a Nicolás por los autores a los que sigue, o en los que se fija, enseguida surge el nombre de Hugo Pratt. Se gira hacia le estantería que tiene detrás y vuelve con un ejemplar de “Corto Maltés”. “Siempre me ha gustado mucho, tanto por la narrativa, como por el dibujo tan expresivo. Otro autor que me gusta mucho por la elegancia, aunque los temas que trata no tanto, Suehiro Maruo (igualmente se gira y coge de la estantería un ejemplar de “La sonrisa del Vampiro”). Chris Ware, -entonces Nicolás se vuelve hacia el ordenador y abre varias imágenes del trabajo de este historietista- utiliza pocos colores, igual sólo tres, pero son los tres que hay que utilizar. Otro color no tendría sentido. Eso a mí me resulta admirable. El menos es más, pero que el menos sea el preciso. Este me gusta mucho a nivel de autor, guión y cómic. También está Joe Sacco, que trabaja con cómic periodístico, pero éste me gusta menos el dibujo, aunque los cómics que hace son muy fuertes, a nivel de guión, fantástico”.
“A nivel gráfico, aunque no me gusta mencionarlo mucho, porque es más famoso por sus dibujos eróticos, está Milo Manara. Este es un libro que se llama ‘Gaucho’, -me lo muestra en el ordenador- tiene una línea que se acerca mucho a lo que a mí me gusta, el cómic histórico. Como dibujante lineal y de control de la plumilla, me gusta mucho Milo Manara. El problema es que cuando lo mencionas, te tachan de vulgar porque es más famoso por sus dibujos eróticos que por otra cosa. Pero este autor es muy bueno. Es un gran dibujante”.
“Otro referente que se me ocurre, Jacques Tardi. Es un autor francés que me parece brillante. ‘El grito del pueblo’ es una obra que se acerca mucho a mi obra ideal. Habla de la comuna de París de 1971. Te lo narra todo de forma muy minuciosa, en una novela gráfica y con su dibujo tan expresivo… Están los autores que me gustan el dibujo nada más, o el guión nada más. Y los que me gustan como autores completos”.
¿Y el futuro? “Es muy complicado. Hay poca oferta, pero luego las condiciones son un desastre. Supongo que hay que tener suerte, trabajar todo lo posible, y ser inteligente y saber sacar partido de los nuevos medios y nuevas oportunidades como los medios digitales. Tengo una prueba para cómic digital, que sería una mezcla con animación. Tú lees el cómic en digital y, si pinchas en alguna escena, puedes ver una pequeña animación”.